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Imprescriptible. Una palabra, una sola, puede a veces ser en sí misma un acto de justicia y un principio de reparación. Es lo que ocurrió hoy cuando el Presidente Piñera, recogiendo un anhelo de miles, anunció una iniciativa para declarar imprescriptibles los delitos y abusos sexuales contra menores.

Porque quienes sufren abusos muchas veces tardan años en hablar porque demoran en reconocerse como víctimas o porque tienen temor. A veces amenazados, otras porque el agresor está cerca o porque sienten un justificado miedo de que no les crean. Incluso en medio de su angustia, equivocadamente se culpan de haber provocado lo sucedido.

Pero hoy les hemos dicho que nos importan, que los abusos hay que sancionarlos y que respetaremos todo el tiempo que sea necesario para ellos guardar silencio.

Callan porque recordar duele demasiado, porque vivir con esto es a veces casi insoportable. Muchos bloquean todo recuerdo hasta que se abre una ventana. Y lo dicen: “mi papá abusó de mí cada noche… mi profesor me tocaba… lo dije y nadie me creyó”.

Quien diga que la imprescriptibilidad no sirve de nada porque el tiempo eliminará las pruebas, se equivoca. Desvaloriza el testimonio, porque aún sin pruebas materiales están ellos. Está su voz para denunciar.

Hoy hemos dado un paso para que el tiempo no sea un muro para la Justicia y una garantía de impunidad. Falta dar muchos más para que este cambio produzca todos los efectos que se espera.

Cada persona y cada niño abusado es un ser excepcional que se sobrepuso al horror. Con ellos estamos porque en esto no se puede ser neutral. Estamos del lado…de las víctimas, de los sobrevivientes.

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