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“Con la DC no se juega”. Con esa frase categórica, la presidenta de la Falange firmó el congelamiento de relaciones con La Moneda.

Como esas parejas que se dan un tiempo antes del divorcio definitivo, DC y gobierno por ahora no se reúnen ni conversan, salvo a través de la prensa.

Hay en parte molestia real. Tras las salidas de la ministra de justivia y el director del registro civil, la Democracia Cristiana sospecha que se les intenta hacer pagar todo el costo de los errores del gobierno.

Mientras la Presidenta sigue protegiendo al ministro Eyzaguirre y a su círcuñlo de asesores de confianza, que no son DC.

Pero hay también mucho de cálculo político. Porque la cercanía de la falange con Bachelet ha sido inversamente proporcional al poder de la Presidenta. Y por eso hoy, que el poder presidencial pasa por su momento más bajo, las voces que piden la ruptura toman fuerza en el partido de la fleccha.

No hay de qué sorprenderse. Son las reglas del juego políticpo. Um juego en que la moneda que se transa es poder. Una moneda que en La Moneda en estos días brilla por su ausencia.

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